viernes, 13 de noviembre de 2009

ABDUCCIONES



Matadero cinco, la novela más conocida de Kurt Vonnegut, nos cuenta la insólita experiencia de Billy Pilgrim, un veterano de la segunda guerra mundial abducido por extraterrestres. Aquí tuvimos un caso parecido al de Pilgrim: el del escritor Eduard Pons Prades (1920-2007) excombatiente en la guerra civil y la resistencia francesa que a principios de los años 80 afirmó haber viajado en un ovni. En 1994 convencí al periodista Xavi Agulló para hacerle una entrevista que apareció en el suplemento de El Observador, un periódico en el que yo entonces publicaba ilustraciones. Quedamos citados los cuatro (Pons, Agulló, un fotógrafo y yo, que no quería perderme la entrevista) en un bar frente a un ateneo donde Pons Prades daba una conferencia. El mismo hombre que una hora antes contaba sus vicisitudes en el maquis francés pasó a hablarnos sobre su encuentro con extraterrestres:
“El 31 de agosto de 1981 me dirigía desde Prats de Molló, en los Pirineos, hacia Barcelona por carretera. Me equivoqué de camino y acabé en una vía forestal. Bajé del coche en busca de alguien que me ayudara a situarme. Al cruzar un bosque divisé una luz y me fui allá pensando que quizás sería una casa pero me encontré con una nave con forma de platillo volante de unos 70 metros de altura. Oí una voz –como si viniera del fondo de mi mente- que me decía que no tuviera miedo y me acercara. Del ovni descendió una escalerilla y entré en la nave. Dentro había una luz blanca, casi cegadora. Cuando mis ojos se acostumbraron me encontré rodeado de cuatro seres que me dieron la bienvenida. Sus rasgos parecían humanos y de raza oriental. Iban completamente vestidos de blanco, con cascos, y llevaban sobre el pecho un emblema con un círculo resplandeciente. La nave despegó y estuve viajando con ellos unas 7 horas…”
Pons Prades nos dijo que estuvieron hablando sobre diversos temas: guerras, encuentros con otras culturas… hasta que la nave aterrizó muy cerca del lugar de donde despegaron. Cuando le preguntamos si había vuelto a tener contacto con aquellos seres nos respondió: “Sí, muchas veces, pero sólo cuando duermo. Se comunican mediante los sueños”.

He tenido una de esas extrañas asociaciones de ideas que a veces me vienen a la cabeza. He recordado lo que me contó mi amigo Raúl cuando trabajaba en la cocina de una marisquería en Menorca. Tenían un acuario con crustáceos vivos. Los clientes señalaban una langosta con el índice y decían: “Esa de ahí”. Una camarera con una redecilla atrapaba la langosta. Al llegar a la cocina dejaba el animal en un cubo con agua salada mientras el cocinero sacaba una langosta del congelador que luego servían al cliente con una fuente de salsa tártara.
Ya se han ido los últimos clientes y el restaurante cierra sus puertas. La camarera atrapa de nuevo la langosta y –plouf- la deja caer en el acuario. La langosta nada hacia un bogavante que está posado sobre la gravilla y agitando nerviosamente las antenas dice:
-No te lo vas a creer. ¡Me han abducido!!!

2 comentarios:

Santiago Cabello dijo...

Quñe bonita entrada, sí señor. Me gusta la historia de este hombre, con una vida cargada de anécdotas suficientes como para no tener que inventar ninguna para hacer ruido. Quizá en su mente sí que vea a esos extraterrestres con rasgos orientales y puede ser que la comunicación con ellos en sus sueños le sirva para algo.
Pero es que la anécdota de la langosta, me parece sublime. Recuerdo solo una vez pasar por el trance de elegir de una pecera, no una langosta, sino un bogavante en Galicia. Le cedí el honor al camarero. Eso sí, el bicho estaba buenísimo, aunque me sacasen su réplica del congelador.

miquel zueras dijo...

A mí, eso de elegir una langosta, me parece semejante a aquellos emperadores romanos que decidían con un gesto del pulgar quien moriría en el circo. Pero después de pasarme por su blog, amigo Nianankoro, tengo claro que hoy no cenaré langosta... creo que me apetece un buen ternasco. Borgo,