viernes, 10 de septiembre de 2010

EL MÁS DÉBIL DE LA MANADA


Julius Nerd salió del after estrechando la cintura de Selene y sintiéndose más afortunado de lo que había sido nunca hasta ahora.
Por supuesto que había reparado en ella cuando entró: cabellos negro alazán, proporciones perfectas de estatua y labios tan rojos como los de una herida recién abierta. La vio recorrer el local con una mirada fugaz, como si buscara a un conocido hasta que clavó sus ojos en Julius que no daba crédito al ver aquella belleza sonriente acercarse hacia él. Julius, con sus gafas de pasta, acné persistente y camiseta negra demasiado ajustada que ponía en evidencia su sobrepeso.
Se presentaron. “Selene, Julius” y compartieron trivialidades durante un par de minutos hasta que ella, abanicándose con una mano, dijo:
-Aquí hace demasiado calor ¿Salimos a tomar el aire?
Julius se bajó –más bien saltó- del taburete y su alborozo subió unos enteros cuando Selene le rodeó un hombro con su brazo. Mientras se dirigían hacia la puerta Julius buscó con el rabillo del ojo a sus amigos para saber si le observaban. Y sí, ahí estaban, inmóviles en la pista de baile con una expresión atónita en sus caras. Julius sintió en su interior un cálido cosquilleo de placer.
Una tibia noche de verano. El cielo aún estaba oscuro pero las estrellas ya se difuminaban y una tenue luz amarillenta asomaba detrás de los edificios más altos. Se oyeron seis campanadas desde una iglesia cercana.
El pálido y serpenteante brazo de Selene se volvió nervudo y fuerte al guiar a Julius hacia el interior de un oscuro callejón. Julius se estaba preguntando qué clase de juego exótico querría practicar Selene justo antes de descubrir sus grandes colmillos hasta ahora ocultos tras el anillo rojo de sus labios. Cuando ella le sumergió en la oscuridad del final del callejón centellearon sus rojizos ojos, menos humanos que los ojos de un lobo. Imposible escapar. Ni Houdini hubiera logrado zafarse de aquel brazo gélido. Entonces Julius comprendió.
Era como aquellos documentales sobre la vida salvaje. Un león acecha una manada de antílopes, éstos corren pero siempre queda uno rezagado, el más débil de la manada, destinado a ser el alimento del león. Faltaba poco para el amanecer, Selene tenía prisa y cuando reparó en Julius supo que había encontrado a alguien que no se lo pensaría dos veces cuando le propusiera salir juntos a la calle. El más débil de la manada.
Las gafas de Julius resbalaron y se estrellaron contra el suelo cuando Selene se abalanzó sobre su garganta. Luego vino un aguijonazo extrañamente agradable y relajante. Justo antes de que la negrura engullera definitivamente a Julius éste murmuró:
-No ha sido una mala experiencia después de todo.

6 comentarios:

Pepe Cahiers dijo...

Pobre Julius, a medio relato ya me imaginaba que iba a acabar mal. Estas cosas no pasan a no ser que haya gato encerrado.

miquel zueras dijo...

Bueno, alfin y al cabo Julius vivió una experiencia inolvidable. Claro que no hay que fiarse de los ligues apresurados en los after... sobre todo si tienen colmillos (Jo, parezco el Tio Vampus) Borgo.

RAFA V dijo...

Esos dibujos suyos me recuerdan al Persépolis de Satrapi...
Bueno, a fin de cuentas el bueno de Julius se transforma en vampiro y tan feliz, no?

miquel zueras dijo...

Pues no había caído, RAFA V, pero es verdad: el uso del negro y el pelo de la vampira que recuerda un sari: a mí me gusta la serie Persépolis y por suerte la película reflejó bien el estilo de Satrapi. Borgo.

Alimaña dijo...

A veces el mas debil de la manada consigue las mejores presas, cuando los mas fuertes renuncian o simplemete son rechazados...
vampírico relato
Un saludo amigo miquel

miquel zueras dijo...

Pues sí, Alimaña. A veces el mundo es justo y los débiles también pillan algo. En todo caso ahora Julius se habrá convertido en depredador escondiendo sus colmillos y rondando por los afters. Gracias y un saludo. Borgo.