jueves, 30 de septiembre de 2010

EXTRAÑOS EN UN BAR


Ayer, día 29, estaba en mi bar habitual viendo el partido Barça-Rubin Kazan. Justo después de empezar el segundo tiempo entró en el bar un hombre de aspecto nada llamativo: delgado, fino bigote castaño, camisa clara y pantalón oscuro. Este hombre anodino pasó a convertirse en una rara avis: mientras los parroquianos no apartaban la vista de la pantalla siguiendo las evoluciones de Iniesta y Messi él nos daba la espalda examinando la lista de bocadillos colgada en la pared. Se tomaba su tiempo, ajeno al partido, mientras su indice dibujaba una imaginaria línea entre en nombre del bocadillo y el precio. "Debe ser un turista" pensé al ver su desinterés por el encuentro a pesar de que no llevaba cámara, ni un plano de la ciudad ni nada que le delatase como extranjero.
Y fue entonces cuando me llegó una de mis extrañas asociaciones de ideas. Me acordé de aquella ingeniosa escena del partido de tenis de Extraños en un tren (1951) cuando Guy (Farley Granger) distingue entre el público a Bruno (Robert Walker) Es la única cabeza que permanece inmovil sin seguir el movimiento de la pelota.



A Patricia Higsmith, autora de la novela, no le gustó la película de Hitchcock; especialmente por su suavizado final al gusto de Hollywood y en eso estoy de acuerdo con ella. Ahora que la censura se ha relajado me gustaría ver como su novela es llevada al cine de una manera más fiel aunque Extraños en un tren de Hitchcock tenga momentos tan buenos como este.

6 comentarios:

Alimaña dijo...

De Hitchcock te puedo comentar, porque es mi derector de cine preferido, y he visto todas sus películas...hasta las mudas. Del libro por desgracia no, no he tenido la suerte de leerlo.
Y no se si viene a cuento, pero en la fecha en que se filmó, en 1951, transcuria una etapa complicada.
El "macarthismo" en su máximo apogeo (entre el 1950 y el 1955) con la bestial censura encubierta con "caza de brujas anticomunista" incluida. Controlando los grandes estudios, y a todo edl personal hollywoodiense que riete tú de nuestra censura franquista.
Un saludo

miquel zueras dijo...

Sin duda, Alimaña, que la censura tuvo mucho que ver. En la película el personaje de Guy (Farley Granger) es un inocente que se ve acosado por el sicópata Bruno. En la novela es un personaje más turbio y lleno de matices. Acabo de revisarla en DVD y me encanta la escena inicial de la estación en la que se ve solamente a los protagonistas de cintura para abajo. Ah! y el asesinato en el parque. Saludos. Borgo.

Pepe Cahiers dijo...

No hay nada más inquietante que una mirada que se desvía de las demás. Este recurso se ha visto ultimamente en dos fotos que son claves en dos películas: "El secreto de sus ojos" y "Los hombres que no amaban a las mujeres".

miquel zueras dijo...

Dos buenos ejemplos, Cahiers. Me gustó mucho en "El secreto de sus ojos" el momento en que Darín encuentra las fotos con un hombre que mira a la víctima de forma sospechosa. Edgar A. Poe tiene un relato: "El hombre entre la multitud" en que su protagonista se obsesiona con alguien que camina en sentido contrario al de los demás transeuntes. Todo se relaciona con la inquietud que nos causa "el diferente". Borgo.

Mister Lombreeze dijo...

Nadar a contracorriente siempre es peligroso: te hace parecer un loco, inadaptado o sospechoso, como ya nos enseñaron en La invasión de los ladrones de cuerpos.

El ejemplo de Extraños en un tren y el de Pepe de El secreto de sus ojos son dos muestras fabulosas de cómo emplearlo magistralmente como recurso narrativo para transmitir inquietud. Desde luego que sí.

miquel zueras dijo...

Exacto, Mr. Lombreeze, estos son también buenos ejemplos y ahora recuerdo algunos más como la escena de "Expreso de medianoche" en que al protagonista Brad Davis le reprochan que en la cuerda de presos no pasee en el mismo sentido que los demás prisioneros. Borgo.