jueves, 27 de abril de 2017

LA PETICIÓN (Relato) Y UNA CANCIÓN SUICIDA

 Una elegante pareja cenaban en un lujoso y concurrido restaurante. El hombre levantó su copa y le guiñó un ojo al maître; era la señal convenida.
El maître abrió la puerta que separaba el vestíbulo del comedor y entró  primero un violinista zíngaro que tocó unas notas de Gloomy Sunday. Le seguía una banda de mariachis acompañando a  un hombre que cantaba True Love con la voz de un niño de coro al que hubieran castrado demasiado tarde.
Tres chicas con escuetos atuendos de ciclistas aparecieron enseguida junto con un enano montado en un monociclo haciendo contorsiones. Un hombre gordo con frac de lentejuelas mantenía ocho platos de hojalata girando en los extremos de unas varas flexibles. Una bailarina negra hizo juegos malabares con teas encendidas. Cuatro saltimbanquis actuaron con un trampolín y un balancín. Tres chicas asiáticas vestidas con ceñidos maillots ocultaban y desvelaban sus cuerpos entre una ola de banderitas de colores ondulantes. Por último, un camarero acercó un rodante carrito de postres sobre el que ejecutaba su número un mundialmente famoso equilibrista del Himalaya.
 Un silencio expectante llenaba el local cuando el hombre se levantó de su silla, hincó una rodilla en el suelo y abrió un estuche con un enorme brillante ante los ojos de ella. Le preguntó:
-¿Quieres casarte conmigo?
Con un mohín petrificado en la cara, la mujer se puso en pie y dijo:
-No.
Dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta ofreciendo la visión del escote de su espalda con el espectro blanco de la tira del bikini.
Una niebla pesada pareció recorrer las mesas. Todos los comensales se sintieron repentinamente confusos, y disimularon su turbación volviendo a sus platos. Pronto el ruido de cubiertos sobre porcelana rompió el incómodo silencio. Los artistas fueron saliendo. El hombre volvió a hacer una seña al maître:
-Tráigame la cuenta, por favor. Hoy no tomaré postre.

FIN
LA CANCIÓN DE LOS SUICIDAS
(Ilustración de Anna Sanz) Antes he mencionado el tema Gloomy Sunday (Domingo melancólico) y tiene una curiosa historia: Gloomy Sunday, conocida popularmente como “La canción húngara del suicidio,” es posiblemente la primera leyenda urbana de la historia.
  Fue compuesta en 1933 por Rezso Seress y pasó bastante desapercibida hasta que en 1936 las autoridades húngaras decidieron prohibirla al ser relacionada con no menos de 17 muertes voluntarias. Se basaron en que habían encontrado referencias a la canción en las notas de los suicidas; algunos tenían además el disco de Gloomy Sunday puesto en el gramófono en el lugar de los hechos. Esto proporcionó una gran publicidad a la canción que se vendió con gran éxito en Estados Unidos con el sobrenombre de “The Hungarian Suicide Song”. Hay varias versiones pero sin duda la mejor es la de Billie Holiday que pueden escuchar aquí y podrán corroborar que es una bonita canción aunque bastante melancólica, eso sí. Por cierto que años más tarde, afligido por no poder componer una canción con un éxito similar, el autor Rezso Seress decidió poner fin a su vida saltando por la ventana. A eso yo le llamo ser consecuente.
...Y ALGUIEN TENÍA QUE DECIRLO
Me pone de los nervios esa gente que va a comprar el pan en Segway, ¿se puede ser más fantasmón?

martes, 18 de abril de 2017

BORGO CUMPLE OCHO AÑOS

Quién me lo iba a decir... Ha llovido desde el día que decidí dejar de dar la brasa a mis por entonces compañeros de piso y buscar un rincón donde contar mis historias y publicar algunos dibujos; pensé que sería un capricho de cuatro días...

Muchas gracias, de corazón, por haber dado vida al blog con vuestros comentarios, opiniones, simplemente pasando por aquí... y muy especialmente por tantas experiencias que me habéis dejado compartir. Gracias a todas y todos.
Me voy a poner nostálgico; ésta es la primera entrada que publiqué, el 18 de abril del 2009:
SOLDATEN OHNER
 Cuando era niño y los periódicos en verano acusaban la falta de noticias recuerdo que solía aparecer el hallazgo de un soldado japonés perdido en una remota isla del Pacífico ignorante de que la guerra había terminado en el 45. Mira por donde me he sentido transportado a mi infancia cuando leí el verano pasado que en el pueblo de Ogden Drift, Arizona, el sheriff local encontró cerca de una reserva navajo, en una cabaña de difícil acceso, al ex soldado alemán Reinhard Öhner que allí vivía desde que se fugó de un cercano campo de prisioneros en 1943.
¿Y qué pintaba en Arizona el soldado Öhner? Todo se debe a una ley de la Convención de Ginebra bastante marciana: todo soldado prisionero ha de ser llevado a un lugar lo más parecido posible al entorno en que fue capturado. Öhner se rindió a los americanos en el desierto de Libia en el 42, así que pensaron que el paisaje de Arizona sería lo más adecuado.
Al leer esta noticia se deduce que Öhner –que durante estos años solo tuvo visitas de los navajos y de algún excursionista al que vendía artesanía india- no era muy conversador o le traía al fresco la historia reciente pues ¡no sabía que la Segunda Guerra Mundial había terminado! O, al menos, eso decía el periódico.
Me gusta imaginármelo así: como un despistado Mr. Magoo.
CHUPANDO CÁMARA (Mi primer relato. 7 de mayo, 2009)
En el otoño de 1934 Bela Lugosi ya tenía claro que rechazar el papel de monstruo de Frankenstein había sido el mayor error de su vida, por eso cuando leyó en Variety que se había iniciado el rodaje de La novia de Frankenstein su rostro se iluminó repentinamente.
-Miért ne? (¿Porque no?) -Se dijo en húngaro. -
Agitó su capa negra para quitarle el polvo, la tela fría y pesada quedó suspendida sobre los hombros de Lugosi. Se contempló satisfecho en el espejo aunque el olor a moho y humedad procedente de la tela invadía sus fosas nasales. Sus dedos rozaron su cuello en una caricia mientras ceñía la capa alrededor de su garganta.
En el set número cinco Karloff, de espaldas al equipo de rodaje, sonreía tímidamente a pesar de la dentadura postiza que acentuaba sus pómulos y le daba una apariencia cadavérica.
-¡Luces! ¡Cámara! ¡Rodando!!! –ordenó James Whale.
 Lentamente –con treinta kilos de andamiaje no podía ser de otra manera- Karloff giró hacia su derecha enfrentándose a la cámara. Su rostro quedó bañado por la potente luz blanca de los focos mitigada por la cera derretida que Karloff llevaba en los párpados. Tambaleándose empezó a descender penosamente la escalera sobre sus zapatos con alzas.
Desde su silla de director Whale alzó incrédulo la mirada. Bela Lugosi había aparecido desde un rincón en penumbra del decorado y se acercaba a Karloff entrando en el ángulo izquierdo de la cámara. El negro esplendor de su capa aún relucía más bajo los focos. Lugosi se felicitaba por su idea: “Cuando me vean no dudarán en incluir a Drácula en el guión. Será una gran pelíc…”
-¡Corten! –Whale, impávido, se dirigió a Lugosi en tono severo pero a la vez cortés-: Señor Lugosi, ya le dije a su agente que desgraciadamente no tenemos ningún papel para usted. Sea bueno, no me obligue a llamar a seguridad.
-Está bien, ya me voy.
Lugosi lo dijo con aparente calma pero se fue arrastrando los pies. Visto de espaldas parecía un murciélago cabizbajo.
Colin Clive, que se disponía a entrar en escena, aprovechó la pausa para beber de su termo ante la mirada reprobatoria de Elsa Lanchester que sabía que era coñac y no café lo que había en ese termo.
FIN
Y MI PRIMERA RECETA EN EL BLOG: GOULASH HÚNGARO (No podía ser otra)
 Sofreír en una cazuela carne de ternera cortada en dados. Cuando empiece a dorarse pasarla a un plato y sazonar con sal, pimienta y paprika (pimentón rojo picante) 
En el mismo aceite sofreír la cebolla picada, un pimiento rojo grande cortado en tiras y una guindilla a la que antes quitaremos las semillas para que no se suelten durante la cocción. 
Cuando el sofrito esté listo añadir crema de leche, remover bien y triturarlo todo en la batidora. Quedará una salsa espesa de un atractivo color rojizo. Volver a poner la carne en la cazuela, echar la salsa por encima y cocer todo con el fuego al mínimo unos 30 minutos. 
En Hungría lo tradicional es acompañar el goulash con tallarines.

viernes, 7 de abril de 2017

EL INCREIBLE CASO DE ULITHI

Gracias a mi insomnio crónico puedo ver programas interesantes que emiten a las tantas de la noche. En el canal 2 pasaron un magnífico reportaje sobre el humor según diferentes culturas. Entre otros temas hablaron del gusto francés por la escatología y en una entrevista Woody Allen expuso su visión del llamado humor judío.
Pero lo que me dejó asombrado es lo que contaron sobre Ulhiti, una isla de la Micronesia: no conocen el sarcasmo. No es que sean más o menos inteligentes, no, simplemente no lo pillan.
Entrevistaron a un cocinero francés, encargado del restaurante de un hotel de la isla. Contaba que un día, probando el guiso de uno de sus ayudantes nativos, notó que estaba excesivamente salado y le dijo: “Oye, ¿porqué no echas aquí otro paquete de sal”. El ayudante se quedó pasmado y le dijo: “¿Tanta, por qué?”.
A LA CAMA NO TE IRÁS...

Si tienen pensado hacer turismo por Ulithi cuidado con decir según que cosas, no sean sarcásticos, puede que se lo tomen demasiado al pie de la letra.
...SIN SABER UNA COSA MÁS
¿Se han preguntado cómo se hacen los agujeros del queso gruyere? El simpático ratón Mickey nos lo aclara.
Bueno, como me está quedando una entrada muy didáctica voy con un consejo que puede ser útil:
POR QUERER IMITAR A LOWRY
Terminé de leer Bajo el volcán pasando una semana en Palenque (México) Era la temporada húmeda y los mosquitos me acribillaban sin piedad. Decidí tomar una cena bien regada de mezcal, al estilo de Lowry.
De madrugada, desperté en la cama de mi hotel con la sensación de que mi estómago no podía retener aquella carga de tacos, chilaquiles y mezcal. Me giré bruscamente notando la arcada y expulsé la cena enterita.
MORALEJA: nunca vomiten en una cama con mosquitera. No vean cómo quedo la cama por no hablar de la mosquitera. Qué asco, por Dios...
PORTADA NOMINADA
Mi portada para este clásico de Stevenson ha sido nominada para un premio de ilustración, el Dave Grey en Londres. ¡A ver si hay suerte! y aprovecho para desear feliz Semana Santa.